Otra vez soñé con Bowie. Soñé con él muchas veces y en mis sueños nunca es Bowie: es un hombre elegante sentado en un café leyendo, es un vecino al que me cruzo cuando voy a sacar la basura, es un médico que tiene algo que decir sobre mi salud, el novio nuevo de alguna amiga, un tipo parado en el subte. Yo siempre sé que es Bowie, pero él no lo sabe, está concentrado siendo el vecino ruidoso del 5 c. Anoche era un profesor universitario que estaba hablando de músicos solistas talentosos, y a modo de ejemplo escribió “Michael Jackson” en el pizarrón y nos pidió ejemplos, yo enseguida levanté la mano y dije “David Bowie”, Bowie me miró, pensó un segundo como si tuviera que recordar quién era Bowie, asintió con la cabeza, y escribió prolijamente “David Bowie” en el pizarrón. Un compañero, que también era David Bowie, se asomó desde uno de los asientos de adelante y me sonrió, como diciendo “sabía que ibas a decir eso”.
Más tarde soñé que estaba con mi sobrinita Avi, la llevaba a upa y estábamos apuradas caminando por la calle, teníamos que llegar a algún lugar, de repente pasa un hombre caminando, que también es Bowie. Entonces me paro y me olvido de lo que estaba haciendo, y le explico a mi sobrina, que siempre escucha muy atentamente todo lo que digo, quién era David Bowie: le hablo de Ziggy Stardust, del Thin White Duke, de Aladdin Sane, y de este hombre tan elegante e inteligente que ahora nos pasaba por al lado, le hablo de que el tipo era tan genial que hasta grabó un disco cuando se estaba muriendo, lo terminó, y después se murió, y ahí me acuerdo de que esto es un sueño y que para colmo, el Bowie despreocupado que camina por la calle ya no está por ningún lado, se fue caminando hasta desaparecer mientras yo le explicaba a mi sobrina quién era él.
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